Aseguraba Peter Tosh en su fabulosa canción, Can’t Blame The Youth, que no podíamos culpar a la juventud de nada, si en nuestras escuelas enseñábamos que Marco Polo o Cristóbal Colón eran hombres dignos de admirar. Parece ayer cuando mi maestra repetía octubre tras octubre que Cristóbal Colón, al ver desaparecer los barcos en el horizonte del puerto de Genova, había comenzado a sospechar de la redondez de nuestro planeta. Vaya sorpresa me llevé años después al enterarme que un astrónomo griego llamado Eratótenes había calculado la circunferencia de la tierra 2.000 años antes, con un margen de error de metros y provisto de un palo, mucha paciencia y una formación académica que mi maestra nunca tuvo.. y que al parecer no quería que yo tuviese.
Truganini, la última aborigen pura de Tasmania murió encarcelada en 1876. Su madre fue asesinada por unos cazadores de ballenas y su primer prometido murió ahogado mientras intentaba salvarla a ella y a su hermana de ser raptada.
Volviendo a Colón, su llegada al nuevo mundo el 12 de octubre de 1492 supuso para España, como dirían hoy en día los economistas: una inyección de liquidez. El imperio estaba pasando por sus horas más bajas y de un día para el otro los monarcas españoles de aquellos tiempos ya no encontraban espacio para tanto oro.
En esta carrera, España, Portugal e Inglaterra destacaron en el negocio del milenio: la esclavitud. En una muestra de macabra eficiencia, los flotas zarpaban de Europa para recoger esclavos en África, que sin perder tiempo eran transportados a América para negociarlos por oro, para luego volver a Europa y comprar más barcos, para cargar más esclavos y así obtener más oro… Bueno, creo que se entendió la idea. Esta horrible práctica se conoció como el “triángulo negrero”. El número de africanos esclavizados es simplemente incalculable y no solo porque hablamos de millones de almas sino fundamentalmente porque los libros que registraron estas imperdonables transacciones “comerciales” son completamente inaccesibles al público.
Volviendo a los habitantes nativos del nuevo mundo, habría que mencionar que de cierta forma pudieron evitar los grilletes, pero este golpe de suerte no se debió a la intervención de la Iglesia Católica, que por aquel entonces los evangelizaba a punta de mosquete y promesas de fuego eterno, sino debido a que su complexión física los ubicaba como una raza “no idónea” para el trabajo duro. Aunque lograron escapar a la esclavitud, su carencia de valor comercial les pintó una diana fluorescente en el centro del pecho, éstos eran literalmente cazados con la intención explicita de ser erradicados. Un ejemplo escalofriante es el de Australia, que a pesar de estar al otro lado del mundo, fue un territorio que corrió la misma suerte. Allí, hasta hace poco se pagaba un par de monedas la piel de indígena.
El último hombre tasmano falleció en la cárcel en 1860 pero fue exhumado por George Stokell, miembro de la Royal Society of Tasmany, para hacerse una maleta.. ¡con su piel!
La cifra de indígenas americanos antes de la llegada de los españoles el 12deoctubrede1492 ascendía a unas 100 millones de almas, en poco tiempo se reduciría a una fracción tan pequeña que si de ballenas u osos panda se tratara, estaríamos hablando de extinción total.
Por supuesto, en un intento de desviar culpas, historiadores y organizaciones de ambos continentes, motivadas por un falso sentido patriótico o vaya uno a saber por qué, atribuyen esta extinción masiva y sistemática a una serie de enfermedades infecciosas como la sífilis y la viruela, que por cierto, eran inexistentes en el nuevo continente, hasta que los colonos las importaron del agonizante mundo del que venían escapando.
Bueno.. para no extendernos más, podríamos resumir que las cosas siguieron así por siglos y siglos hasta nuestros días. Las invasiones se disfrazaron de intervenciones, las guerras en conflictos armados, el oro en petróleo y la esclavitud lejos de desaparecer evolucionó. ¿Por qué escribo esto? Si comienzo a pensar que ya nada se puede hacer al respecto estaré siendo cómplice de un horrible pasado del que no me siento orgulloso, y condenando a mis hijos y al mundo a tropezar con una piedra que está en nuestro camino desde el principio de los tiempos.
El triángulo negrero fue una ruta comercial marítima del Océano Atlántico entre el siglo XVI y XIX. Comenzaba con la salida de Europa Occidental con productos manufacturados, se recalaba en la costa occidental de África donde el “producto” eran esclavos negros. La siguiente escala eran las islas de las Antillas donde los esclavos y la mayor parte de las mercancías europeas eran vendidos, y se cargaban productos coloniales (azúcar, tabaco, cacao) y metales preciosos de vuelta a Europa.